Los galeones españoles cargados con el mayor envío que se conocía de tesoros procedentes de América, iban al mando del almirante y general Manuel de Velasco y Tejada, estaban protegidos por los navíos franceses a las órdenes de François Louis de Rousselet, conde de Châteaurenault, y entraron en Vigo el día 22 de septiembre de 1702. Se refugiaron en el fondo de la ría, en la ensenada de San Simón, pasado ya el estrecho de Rande protegido por el castillo de Corbeiro al norte, y el de Rande, al sur, en lugar de dirigirse a Sevilla, el puerto que monopolizaba el comercio con el Nuevo Mundo.
El precioso cargamento no fue descargado, ya que los de Sevilla se oponían a ello alegando que era allí el único lugar donde tal maniobra se podía llevar a cabo. En esa espera, los anglo-holandeses descubrieron el escondite del cargamento. Después de cuatro semanas de la llegada de los galeones a Vigo, estos mantenían su carga. Otras versiones dicen que el Consejo de Indias ordenó la descarga de las riquezas y que había dado instrucciones precisas sobre la forma en que se debería realizar, así como las estrictas comprobaciones que deberían hacer. El Consejo había comisionado a don Juan de Larrea esta labor y el 27 de septiembre ya se estaba procediendo al desembarco: por ello se estima que cuando se produjo el ataque no quedaba ya mucho en los buques salvo productos de menor valor (cochinilla, especias, telas, etc.).
Los españoles habían reforzado la artillería de las defensas de tierra con cañones procedentes de los navíos. Entre los extremos del estrecho cruzaron cadenas para impedir la entrada de los navíos anglo-holandeses. Los buques franceses protegían, rodeándolos, a los galeones de carga españoles.
Los anglo-holandeses, bajo el mando del almirante George Rooke, planearon un ataque anfibio, mediante el cual conquistarían, con tropas de infantería de marina y ordinaria, las defensas de tierra y, una vez dominados los castillos de Corbeiro, en Domaio, y de Rande, en el otro extremo del estrecho, solo quedaría abrirlos y atacar con la flota.
El total de las fuerzas fue de 13 587 hombres por parte atacante, de las cuales 9663 eran ingleses, al mando del general duque de Ormond, y 3924 holandeses, a las órdenes del barón Sparr y el brigadier Pallandt. En la defensa: en el castillo de Rande había 350 marineros, 200 franceses y 150 españoles, y el de Corbeiro se puso bajo el mando de don Manuel de Velasco con dos compañías de soldados de su capitana reforzados por 200 milicianos. A Vigo se destinaron 1000 hombres de esta tropa, 500 de ellos a la ciudadela de El Castro y 300 al fuerte de San Sebastián; 1000 más se situaron en la ensenada de Teis (entre Vigo y Rande) y 3000 se mantuvieron en reserva.
El plan salió a la perfección para los atacantes. El 23 de octubre comenzó desembarcando tropas en ambas orillas de la ría. El navío inglés Torbay puso rumbo ría adentro seguido por los navíos Mary, Grafton, Kent y Monmouth, así como por las unidades menores Phoenix y Vulture. Este era el primero de los siete grupos dispuestos al ataque. Cuando estaban a la altura de Meira ven ya las luchas en los castillos de Rande y Corbeiro. El mayor número de efectivos anglo-holandeses hacen que la victoria se decida de su parte.
En el agua, Hopson y de Lake, podían ver los efectos de su artillería sobre los barcos franceses Le Bourbon y L´Espérance. Al tiro de los navíos se unía el de los castillos conquistados. Los barcos atacantes rompen la barrera que cerraba el paso a San Simón y se enfrentan con el grueso de la marina francesa. La línea de naves francesas estaban dispuestas en semicírculo a levante de la bahía de Rande: eran los buques del conde de Châteaurenault.
El cargamento de oro, plata y otras riquezas estaba embarcado en tres galeones de combate y catorce comerciales. La mala disposición de las naves para una adecuada defensa y la superioridad anglo-holandesa hicieron que en menos de diez horas la batalla se decidiera a favor de los atacantes. Las defensas francesas cedieron, los navíos, en llamas, dejaban vía libre a los galeones cargados de riqueza. De Velasco ordenó, a voz en grito, el hundimiento de los barcos, que según algunas versiones, habrían conservado todavía parte de su carga.
Una vez ganada la batalla, los atacantes saquearon Redondela y la isla de San Simón. Vigo quedó a salvo protegida por su muralla y defensas. El día 30 de octubre Rooke ordena partir a su armada, que abandona la ría de Vigo, aunque deja una guarnición de 27 buques de guerra junto a los apresados al mando del almirante Shovel.
En la retirada, los anglo-holandeses se llevaron varios barcos apresados, entre ellos un galeón español que habría estado cargado con los tesoros recogidos. A su salida de la ría de Vigo, este galeón encalló al paso por las islas Cíes y se hundió no habiéndose localizado todavía.